La historia de la rana de Salamanca

Hay otras ranas famosas pero en España el batracio más reconocido se posa desde hace medio milenio sobre una calavera labrada en lafachada plateresca de la Universidad de Salamanca tras la que descansan los tesoros más valiosos de la biblioteca histórica de la institución.

Cada día miles de personas apuntan su dedo índice hacia su pétreo objetivo, mudo testigo de la historia que, para desconocimiento del gran público, guardaba un secreto que ahora Benjamín García-Hernández acaba de sacar a la luz.

Este catedrático de Filología Latina de la Universidad Autónoma de Madrid atravesaba hace 40 años las puertas que, bajo la fachada, dan acceso al Patio de Escuelas Mayores para asistir a sus clases. A buen seguro barruntaba desde entonces plantearse la realización de un profundo estudio en el que desenmascarar la simbología de uno de los monumentos más visitados del planeta cuyo objetivo principal terminó por verse desplazado a favor de un ornamento nacido para ser complemento y transformado en absoluto protagonista.

Profunda investigación

Tras varios años de trabajo y una constante revisión de lo escrito a medida que se iban conociendo nuevos detalles, García-Hernández ha publicado‘El desafío de la Rana de Salamanca: cuando la rana críe pelos’, un curioso título para una sesuda investigación llena de rigor y originalidad en la que, por momentos, la propia rana cuenta al lector en primera persona los avatares de su construcción y el porqué de su importancia.

Para el director de Ediciones Clásicas, Alfonso Martínez, se trata de una obra inclasificable a caballo entre la novela histórica y el tratado filosófico en la que se busca “un significado más profundo al atractivo turístico” y en la que la rana como narradora proporciona una prosa muy fresca que no da lugar al aburrimiento.

En su origen, sin embargo, esa rana era un elemento secundario rendido al enorme peso del escudo de los Reyes Católicos. En aquel siglo XVI daba sus primeros pasos la secularización de la Universidad que dejaba de depender del papado para pasar a hacerlo de la Monarquía. De ahí que la efigie de Isabel y Fernando circundada por la leyenda ‘Los Reyes para la Universidad y ésta para los Reyes’ se convirtiera en el elemento central de esa especie de retablo elaborado con la piedra franca extraída de las canteras de la vecina Villamayor.

Sin embargo, como explicó el catedrático de Filosofía de la USal, Cirilo Flórez, en cierto momento de la historia se produjo lo que los filósofos llaman una fisión semántica, un curioso fenómeno que consiste en la descontextualización de un signo hasta el punto de que una forma secundaria pasa a ser primaria hasta cargarse de tanto significado que termina por desplazar al elemento principal.

Exactamente lo sucedido con la rana, un signo al que la historia ha ido cambiando el sentido hasta llegar a totalizar el significado de la fachada de la Usal.

Para los expertos esto se debe a la irrupción de las masas en la historia y a su particular interpretación de los símbolos. Así, hoy en día, no es raro escuchar a un joven pidiéndole a sus compañeros un esfuerzo de destreza visual porque si no encuentran ese elemento no tendrán éxito en los estudios. Pero la realidad, según revela el libro de García–Hernández, es bien distinta.

Una interpretación revolucionaria

El autor sostiene en su relato que el conjunto de la rana y la calavera sobre la que se posa pretende mandar un mensaje iconográfico para burlar de esta manera a la inquisición y añade un detalle que ayuda a comprender la historia.

El elemento antropomorfo representa al príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos fallecido en 1497 sin haber cumplido los 20 años.

Por tal motivo, al chafarderismo popular rebautizó la pieza como ‘Juanita’ y, en recuerdo al doctor Parra, quien trató infructuosamente de salvar la vida del heredero de la corona, denominó ‘Parrita’ a su eterna compañera animal que, apostada sobre la zona del cuero cabelludo, lanza al mundo de manera sutil el mensaje de que, pese a que el conjunto de la fachada pretende resucitar a los notables de la época, la resurrección no es posible.

La idea, heredada de un viejo proverbio sefardí, explican los expertos, podría haberse dejado clara si se hubiera acompañado de un lema que jamás llegó a ser tallado por no ofender la moral de la época y no arriesgar la vida del autor o autores.

De igual modo Benjamín García-Hernández logra desentrañar el llamado ‘orden de lectura’ del monumento. La clave que permite seguir la historia que esa fachada quiere contar y lo que representa cada elemento.

Así, considera que el conjunto que forman las tres calaveras apostadas en la pilastra de la parte derecha representa a los tres hijos de los monarcas fallecidos antes de la construcción de la fachada (Isabel, María y Juan). Uno de ellos, señala, es el príncipe Juan sobre el que se alza, desgastado por el tiempo, uno de los enigmas más curiosos de los últimos cinco siglos.

El libro se enmarca en la programación de una reunión científica internacional que pretende, como la propia publicación, acercarse a la visión del mundo desde la tradición humanística.

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